4 de junio de 2019
AYUDÁNDOLES A REGULAR SU ANSIEDAD
La ansiedad parece uno de los problemas estrella de la sociedad occidental de nuestro tiempo.
Es el síntoma principal de distintos problemas psicológicos como las fobias, la ansiedad social, la agorafobia o el trastorno de pánico. Pero no hace falta ir tan lejos. Cualquiera de nosotros podemos experimentarla en nuestro día a día.
Por ese motivo nos parece importante conocer una de sus claves para poder ayudar a nuestros hijos en la regulación de esta sensación tan molesta.
Hoy vamos a hablar de uno de los factores responsables de la aparición de la ansiedad: los pensamientos negativos.
Los pensamientos negativos son mensajes cortos y automáticos que aparecen en nuestra mente y que nos creemos sin cuestionarlos. Son pensamientos involuntarios que surgen sin previo aviso porque forman parte del diálogo interno al que estamos acostumbrados cada uno.
Otra característica fundamental de estos pensamientos es que generan estrés y emociones desagradables de alta intensidad (ansiedad, angustia, frustración, rabia, etc.). A menudo esto se debe a que distorsionan la realidad causándonos un malestar emocional más intenso de lo normal que nos dificulta la consecución de nuestras metas y nos incita al bloqueo y a la frustración.
No todas las personas interpretan igual una misma situación, es por ello que ante una misma situación no todas las personas se sienten igual. Imagina por tanto la fuerza que tiene nuestra interpretación de las circunstancias a la hora de vivir.
El primer paso para regular el discurso interno que tanto influye en nuestras emociones, es tomar conciencia de cuáles son estos pensamientos negativos.
Nuestro objetivo es ayudar a nuestros hijos, y a nosotros mismos, a pensar de manera más realista y adaptada a la situación.
Las siguientes pistas te ayudarán a identificarlos:
– Son absolutistas y generalizan: Ej. “Ya me he vuelto a equivocar, siempre lo hago todo mal”. Solemos utilizar este tipo de palabras: todo, nada, nunca, siempre, jamás… En lugar de otras expresiones más realistas como «a veces», «a menudo» o «de vez en cuando».
– Usar un filtro mental negativo: Centro la atención en un detalle negativo sin tener en cuenta otros hechos. Solo veo lo negativo. Ej. “Después de ir corriendo de un sitio a otro, no me ha dado tiempo a pasar por la farmacia, ha sido una tarde perdida”.
– Descalificar lo positivo: No tengo en cuenta lo positivo, lo obvio como si no contara y solo me fijo en lo negativo. Ej. “He cometido un error en el examen, seguro que suspendo”.
– Lectura del pensamiento: Interpreto la conducta de otra persona como si tuviera el poder de leer su mente. Ej. “Seguro que no me ha saludado porque le caigo mal”. Lo adecuado sin embargo sería, o bien preguntar para salir de dudas, o bien asumir que puede deberse a cualquier motivo dado que no lo conocemos.
– Adivinación del futuro: Anticipo que algo va a salir mal antes de que ocurra. Ej. “Ya da igual lo que haga, seguro que no encuentro trabajo”.
– Magnificar lo negativo: Solemos acentuar nuestros errores al tiempo que exageramos el éxito de los demás. Usamos palabras como horrible, terrible o insoportable. Ej. “Es horrible haber tartamudeado durante la exposición, los demás sin embargo lo han hecho genial”. Sería más acertado usar palabras como «incómodo», «embarazoso», o bien decir «me gustaría no haber tartamudeado», porque como sabemos terribles o insoportables son otras realidades muy distintas a esta.
– Minimizar lo positivo: Quitamos valor a nuestras propias cualidades. Ej. “He ganado porque mi rival me lo ha puesto fácil, ha sido cuestión de suerte”, en lugar de reconocer toda la verdad. Y es que podemos haber sido ágiles, inteligentes o habernos preparado bien a la hora de afrontar una situación y conseguir un resultado.
– Afirmaciones de “debería”: Me intento motivar presionándome mediante “debería”, “no debería», “tengo que”, «habría que”, como si fuese necesario presionarse insistentemente antes de intentar hacer algo. Cuando no cumplimos estas afirmaciones autoimpuestas nos sentimos culpables. Una alternativa sería plantearnos la cosas desde el «quiero», «me gustaría», «prefiero», «elijo», porque además estas palabras nos devuelven la potestad de nuestros actos, nos volvemos responsables de nuestra conducta en lugar de obrar forzados por una demanda impuesta desde fuera.
– Etiquetar erróneamente: Ponerme una etiqueta negativa a raíz de un acontecimiento negativo. Ej. “Ya me he vuelto a equivocar, SOY un desastre”. Decir «soy» es un error porque somos mucho más que un desastre, por tanto no conviene definirse con un solo adjetivo. Además para definirse como un desastre habría que serlo en todo para que fuera cierto. En su lugar podemos decir: “ya me he vuelto a equivocar, como esto me cuesta tendré que practicar más.”
Estas claves os ayudarán a identificar los pensamientos que pueden estar detrás de la ansiedad de vuestro hijo. Cuando le veáis agobiado, estresado o frustrado, preguntadle qué ocurre y estad atentos a la interpretación que hace de la situación. Después, vosotros que seréis conscientes de sus pensamientos negativos, podréis ayudarle a pensar de forma más realista de manera que se sienta más aliviado y motivado para afrontar la situación. Veréis que la intensidad de la ansiedad se reduce en cuanto interpretamos la realidad de forma más realista.
Valores:
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