Los adolescentes son vistos con frecuencia como un grupo con el que es difícil trabajar y que dificulta constantemente la labor de enseñanza del profesor. Es cierto que puede resultar muy complicada su educación, sobre todo cuando no hemos aprendido a relacionarnos adecuadamente con ellos. Sin embargo, quienes lo consiguen suelen terminar considerándolos su grupo favorito.
Proponemos a continuación algunas sugerencias que pueden facilitar el acercamiento y aumentar su interés e implicación:
- Ajusta tus expectativas: Olvídate del prototipo de alumno ideal y acepta la realidad. Recuerda el momento en el que se encuentran (no duermen lo suficiente, les cuesta regular sus emociones, tienen dificultades para controlar sus impulsos…). Asumir estas particularidades te ayudará a entender que tengan más dificultad a la hora de entregar las cosas a tiempo, que su motivación cuando realicen una tarea será cambiante o que su participación en clase dependerá en gran medida del estado emocional con el que lleguen ese día. La aceptación hará que no te frustres, te enfades o te decepciones tan fácilmente y favorecerá que te adaptes al ritmo cambiante del adolescente.
- Establece un buen vínculo: Muestra interés genuino por ellos dedicando tiempo a hablar sobre cómo están o cómo se sienten. Crear un ambiente de confianza, cercanía y afecto supone una base fantástica para gestionar futuras dificultades. Tal vez unos minutos al inicio de la clase sea una buena forma de comenzar.
- Aumenta su seguridad: A estas edades suelen sentirse inseguros y preocupados por la imagen que sus compañeros puedan tener de ellos. Esto se refleja en su participación en clase de forma que a menudo se sienten cortados a la hora de intervenir. Si esto no se atiende, pueden terminar por tirar la toalla actuando como si no les importase y pasaran de todo. Reconocer que todo aprendizaje parte de lo que no sabemos, permitir los errores y enfocarlos como oportunidades de aprendizaje, y ser paciente con los tiempos de cada uno sin generar etiquetas negativas, generará un clima de seguridad y confianza que les animará a mostrar sus dudas sin miedo.
- Saca partido a sus intereses: Pregúntales cuáles son sus intereses y utiliza los temas para preparar debates, trabajos de investigación, presentaciones, etc. se sentirán mucho mas motivados trabajando acerca de un tema de interés y mientras aprenderán habilidades de comunicación, expresión escrita o todo aquello que se busque desarrollar.
- Permite que elijan: Cuando se les permite tomar decisiones acerca de cómo hacer las cosas su implicación y motivación aumenta. Una buena manera de enfocarlo es que el profesor establezca un objetivo claro y ellos puedan elegir por ejemplo entre un grupo de temas o la manera de presentarlos (mediante un video, teatro, PPT, poster, etc.)
- Varía: La rutina y lo predecible termina por generar aburrimiento y es tal el bombardeo de estímulos diario al que están acostumbrados que prestar atención a una monótona tarea les resulta especialmente complicado. Intenta proponer los ejercicios de distintas maneras, en distintos momentos o incluso en distintos espacios. Prueba a dar la clase en un parque o en el patio del colegio para despertar su curiosidad aprendiendo de forma diferente.
- Propón retos: Por último, anímales a superarse a sí mismos y ver de qué son capaces. Nuestros mejores profesores, aquellos que recordaremos siempre, no se conformaron con lo esperado, supieron sacar lo mejor de nosotros y motivarnos para esforzarnos más de lo esperado. Aprovecha la energía y el afán competitivo que suelen tener tan presente en estas edades como fuente de motivación.
Esperamos que estas sugerencias os ayuden. Os animamos a compartir con nosotros los efectos que producen en vuestras clases así como todo aquello que os funciona y tal vez no hayamos reflejado en este artículo.