18 de febrero de 2019
Mi hijo es muy indeciso, ¿cómo puedo ayudarle?
En esta etapa de la vida los jóvenes se encuentran con un panorama lleno de decisiones que tomar. Desde con qué grupo de iguales quieren ir, hasta qué camino formativo elegir, qué valores quieren seguir, con qué personas empezar a salir… ¡Es abrumador!
A menudo la indecisión tiene que ver con la inseguridad. Decidir supone renunciar a una o más posibilidades. Supone dar un paso sin la certeza de que todo saldrá bien, porque la incertidumbre es un factor inevitable con el que tenemos que lidiar cada día. Por otro lado con frecuencia sus decisiones están condicionadas por las opiniones de las personas que valoran, como su familia, sus amigos, su pareja… de esta manera se va complicando aun más el panorama. Ya no solo tienen que tener en cuenta su miedo a equivocarse si no el posible rechazo, o las miradas de desaprobación por parte de los demás.
No debemos olvidar que todo esto se da en un momento donde ellos mismos atraviesan una crisis de identidad importante. Crisis en el sentido de que están en búsqueda, están formándose como individuos diferenciados de sus padres.
La experiencia vivida en su infancia con sus progenitores, esos vínculos que establecieron entonces con sus figuras de apego más representativas, condicionan ahora su forma de estar en el mundo, su forma de actuar y sus expectativas. Cuando el vínculo que han establecido con sus padres es seguro, cuando se han sentido seguros emocionalmente y valorados, pueden a día de hoy anticipar experiencias positivas, ser más fuertes afectivamente y sentirse a salvo. Y desde esa sensación se lanzan al mundo. Sin embargo, cuando su experiencia no ha sido esta, pueden desarrollar una forma de vincularse insegura que condicionará su forma de estar en el mundo, de comportarse y de relacionarse. Es cierto que este vínculo con sus figuras de apego no es el único factor que les condiciona, tendremos en cuenta también el aprendizaje vivido hasta este momento y su temperamento o características personales innatas, pero sin duda marcará enormemente su forma de comportarse en el mundo.
Durante la adolescencia el joven establece relaciones que le permiten cuestionar su propia historia. Estas relaciones le servirán para transformar en positivo o negativo lo vivido con sus figuras de apego primarias.
Como vemos, ya llevan en sus espaldas una mochila cuyo contenido se pondrá en juego durante la adolescencia y se irá transformando en algo único y personal que irá conformando su individualidad. Debemos tener esto en cuenta y acompañarles en esta etapa de crecimiento, porque no van a madurar del día a la mañana. Debemos tener presente cuál ha sido su forma de afrontar las situaciones hasta ahora y ajustar nuestras expectativas y exigencias. Debemos promover que vayan asumiendo responsabilidades de forma gradual.
Muchos jóvenes indecisos lo son porque han estado sobreprotegidos o absueltos de sus responsabilidades y/o de las consecuencias de sus acciones. Como no se han puesto a prueba enfrentándose a suficientes situaciones, no saben de lo que son capaces, se sienten inseguros y temen fracasar. Han aprendido a evitar lo que temen y esto refuerza aun más el miedo que tienen a lo desconocido, a la incertidumbre.
No todas las personas indecisas actúan de la misma manera. Pero os sonarán aquellas que dan infinitas vueltas a todas las opciones y nunca se deciden porque no encuentran la opción perfecta.
¿Qué hacemos entonces?
Muy sencillo, pasar de la cabeza a la acción. Empezar a afrontar, a mojarse.
Podéis empezar proponiéndole que afronte pequeñas situaciones que antes evitaba o dejaba pasar por “pereza”, y a medida que vaya afrontando ir subiendo el nivel de exigencia hasta llegar a las decisiones que más miedo le generan. Pero la clave está en HACER. Es decir, ante situaciones frecuentes y repetidas del tipo: “¿Qué hago, A o B? No sé cuál elegir porque A supone tal cosa, pero B supone esto otro, estoy echo un lío, no sé qué hacer.” Nuestra respuesta podría ser la siguiente “Haz cualquiera de ellas pero hazla. Ya no hay más vueltas que darle, ya no se puede analizar más porque por mucho que lo analices no puedes predecir el futuro. Actúa, y si te equivocas no pasa nada. Salvo la muerte casi todo tiene remedio. ¡Cuanto más te equivoques, más información tendrás la próxima vez que tengas que tomar una decisión, y mejor te irás conociendo!”
Así que adelante, lo peor sería dejar que se pase la vida mientras la miramos como un espectador.
Por último, no olvides transmitirle que pase lo que pase siempre le querrás y estarás disponible para escucharle. Trata de crear espacios de reflexión, mantén una mirada positiva, usa el humor… Acompáñale siempre que haga falta pero no le infantilices.
Valores:
Problemáticas:
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