11 de diciembre de 2019

MI HIJO MIENTE

Muchos padres refieren sentirse preocupados por el hecho de que su hijo no sea del todo sincero. La mayoría de las familias entendemos como un valor moral fundamental la sinceridad y por ello cuando detectamos que nuestro hijo no deja de mentir nos planteamos la duda de “¿qué estaremos haciendo mal en su educación?”

Para responder a esta pregunta hay que saber que cualquier valor moral se va aprendiendo con el tiempo. Al igual que entendemos que nuestros hijos no nacen sabiendo matemáticas tenemos que entender que el aprendizaje de la sinceridad se va logrando poco a poco. Y como con la mayoría de las cosas, no hay mejor forma de mejorar que equivocándonos. Por ello, culpabilizarnos como padres por los errores morales de nuestros hijos no tiene ningún sentido.

En relación al tema de la mentira, es importante conocer que desde que los niños desarrollan el lenguaje son conocedores de que pueden contar todas las cosas, callarse algunas o contar cosas que no son ciertas. Además, no todas las mentiras son iguales, hay diferentes intencionalidades que las diferencian. Está el engaño, cuyo objetivo es obtener algún beneficio o evitar algún mal (castigo, regañina, etc.); las mentiras compasivas que intentan proteger a alguien (amigo, hermanos, etc.) y por último las mentiras para no defraudar, la base de estas últimas es no bajar las expectativas que se tienen sobre sí mismo y el único objetivo es “quedar bien”.

Todo esto nos lleva a la pregunta de mayor interés ¿Qué podemos hacer como padres para gestionar las mentiras de nuestros hijos?

  1. Ser modelos de sinceridad. Lo primero que tenemos que tener en cuenta sobre cualquier valor moral es que no hay mejor manera de aprenderlo que la observación de los padres (lo que llamamos modelado). Por ello, es fundamental que seamos congruentes con lo que exigimos a los hijos, ya que ellos tenderán a repetir nuestra forma de comportarnos.
  2. No tomar como nuestros los errores de nuestros hijos. Como comentábamos antes, tenemos que respetar su propio camino de aprendizaje.
  3. Entender la intencionalidad de la mentira. Diferencia el tipo de mentira del que estamos hablando nos ayudará a saber el fin que desea conseguir nuestro hijo con este recurso.
  4. Permitir el error. Normalmente regañar o castigar de forma exagerada no suele tener ninguna repercusión positiva. Esto no implica que no haya que sancionar las conductas negativas, pues claramente hay que hacerlo. Pero normalmente las mentiras nos afectan tanto a nuestra autoestima como padres que tendemos a darle una carga emocional mayor de la que corresponde.
  5. Enseñarle a enmendar sus actos. Muchas veces la mejor consecuencia a una mentira es el reconocimiento de la verdad delante de las personas afectadas. Por ejemplo, si nos enteramos que nuestro hijo ha falsificado una firma nuestra en un examen suspenso, la mejor sanción que podemos ponerle es que él tenga que contarle a la profesora lo que ha hecho y disculparse.
  6. Hablar con él sobre el valor de la sinceridad. Hacer que entienda nuestros razonamientos sobre la importancia de este valor. La honestidad es una de las bases sociales por excelencia y hay que ayudarle a entender que esto es lo que más satisface a sus padres, su futura pareja, a cualquier buen amigo, etc.
  7. Darle recursos alternativos a la mentira. En muchas ocasiones se miente porque no se tienen suficientes recursos para resolver los conflictos de otra forma. Por ello, cuando se trabajan con los menores sus habilidades sociales y su capacidad de resolver conflictos se suele disminuir la utilización del recurso de la mentira.

Esperamos que estos consejos os puedan ayudar en la educación de vuestros hijos.

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