16 de abril de 2018

UN JUEGO PARA HACER EN FAMILIA: Put the fish on the table

Hoy os proponemos una nueva actividad para hacer en familia, se trata de una dinámica llamada “Put the fish on the table” (Pon el pez sobre la mesa)

¿Por qué ese nombre?

Originariamente se propuso como técnica para el manejo de conflictos. Su nombre tiene que ver con la siguiente metáfora: Pon tu problema sobre la mesa, porque los problemas son como los peces, si los abandonas un tiempo bajo la mesa empiezan a oler…

Se trata de tener el valor de exponer el problema para poder resolverlo con la parte implicada.

¿Cómo podemos aplicarlo en casa?

Podemos proponerlo como una dinámica que nos invita a dar a conocer cómo estamos, favoreciendo la expresión emocional de una forma distinta.

Se trata de sentarnos todos alrededor de la mesa, puede ser mientras comemos o tomamos un café, pero la diferencia es que en este caso debemos tener con nosotros un recipiente que contenga una cebolla, una manzana, un limón y un peluche (suele ser un pez por continuar con la metáfora).

Cada uno de estos objetos simboliza una emoción. La cebolla representa la tristeza, la manzana la alegría, el limón el enfado y el peluche una emoción o experiencia más profunda.

Las instrucciones son muy sencillas, tan solo hay que coger el objeto que representa lo que queremos comunicar y comunicarlo. Por ejemplo, uno de los miembros de la familia coge la manzana y dice: “me alegra/me gusta que nos hayamos reunido todos para compartir cómo estamos o lo que pensamos”.

Después lo volveremos a dejar en su lugar para que otra persona pueda utilizarlo.

Se puede realizar de una forma espontánea, sin marcar un tema concreto ni un orden de intervención. Al principio es normal encontrar algunas resistencias como tomárselo a broma por ejemplo, pero a medida que se persiste en el ejercicio empiezan a surgir verdades más profundas y constructivas.

¿Cuáles son los beneficios?

Es una forma diferente de tener una conversación familiar, más lúdica e indirecta de forma que no se presiona a ningún miembro y cada uno comparte hasta donde quiere.

Hemos elegido un momento relajado y tranquilo donde no va a haber interrupciones y la actitud es de curiosidad y escucha.

Se expresa una emoción desde uno mismo, es decir, decimos “me entristece que…”, “me enfada que…”, “me siento alegre cuando tú…” en lugar de recriminar o atacar al otro cayendo en las típicas frases “eres un desastre”, “nunca cumples tus tareas”, “no me escuchas…”

Como veis la diferencia está en que en la primera intervención expresamos cómo nos hace sentir una situación (que puede ser neutra o tener que ver con uno de los miembros del grupo) y en la segunda en lugar de hablar desde uno mismo acusamos, atacamos al otro recriminándole su comportamiento. Esta diferencia es muy importante porque la persona que nos escucha va a reaccionar de forma muy diferente ante una u otra intervención.

La idea es escuchar sin responder, acogiendo lo que nos dice el otro sin entrar a discutir. Es posible que al finalizar hayan quedado abiertos algunos temas que requieran más diálogo por las partes implicadas, si es así, conviene tratarlo en otro momento tranquilamente y de una manera asertiva (podéis encontrar pautas sobre comunicación asertiva en distintas publicaciones de este blog).

Es una buena oportunidad para reforzar lo que nos gusta de nuestros hijos y que a menudo se nos olvida hacérselo saber.

Esta dinámica también se utiliza en ambientes donde la gente no se conoce como forma de darse a conocer a los demás desvelando cosas de uno mismo.

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